Jazz: sonidos del más allá
Hay días que uno despierta desmotivado. Pero yo despierto melancólico la mayor parte de los días. Es, dígamos, mi mood habitual. Siempre pensé que había una pizca de tristeza en la vida, por más feliz que estuvieras. No por una cuestión de pesimismo, sino que es real que hay verdades duras en nuestra realidad: guerra, enfermedad, muerte. En los años más difíciles de mi vida era la música la que me mantenía a flote.
Cuando era adolescente me la pasaba escuchando música, desde que despertaba hasta que iba a dormir. Sólo me interrumpían las clases o la pérdida de la pila en el IPod. Cuando esas cosas existían -antes no tenía temor a que me asaltaran, no tenía temor ni a enamorarme, en ese nivel de descaro- y luego los celulares con la capacidad de guardar música.
En mi época de CCH inicié como muchos jóvenes de mi edad y condición socioeconómica, supongo, a escuchar rock. Rock clásico, rock psicodélico, y rock progresivo. Fue este último el que me metió más en esa tierra inexplorada que era la música compleja, a veces difícilmente digerible. Investigando un poquito más supe que muchos artistas de rock progresivo habían tenido algunas influencias del jazz. El jazz trabaja mucho con la improvisación, pero también o cuando uno lee las historias de los grandes jazzistas también nota una pasión desbordada que raya en lo obsesivo.
No fue sino hasta entrar a la universidad que mi gusto por el jazz empezó a hacerse cada vez más grande. Sobre todo en esas épocas de desanimo escuchaba mucho jazz y caminaba por CU sin rumbo fijo, nomás porque se podía caminar. Recuerdo que primero fue Billie Holiday
Esa voz, acompañada de esos compases. Siempre se me hizo una voz muy juguetona. Yo sin saber de canto ni nada, nomás paraba oreja y escuchaba a esta mujer cantando con todas las emociones del mundo.
También tuve la suerte de conocer a Sun Ra. Una mezcla entre jazz y rock que me ayudó a hilar mi pasado CCHro con mi etapa de universidad. Sobre todo Sun Ra era para bailotear un poco y volarse con alguna hierba medicinal.
Y bueno, siempre era yo muy reacio a escuchar a "los clásicos" sólo porque me decían que eran los clásicos. Por esa razón, por ejemplo, terminé odiando a los Beatles mucho tiempo -todavía no logro que me gusten mucho- y lo mismo me pasó con Charlie Parker. El legendario Parker. Pero, la mera verdad es que escuchando sus rolas nomás no pude caer y reconocer. "Está poca madre".
Algo que me late del jazz es que nunca sabes que esperar. Puedes encontrarte con unas rolas súper improvisadas fuera de control, y algunas otras mucho más acompasadas con una voz que te hace sentir todo el sentimiento de miles de años de humanidad. Eso me pasa con Dizzy, que como su nombre lo indica, te marea porque luego no sabes que esperar. Al menos yo siempre le entro ingenuamente.
Bueno, y qué decir de las grandes colaboraciones. Para mí las voces femeninas del jazz siempre tienen ese aura de misterio y seducción. Todo esto sumado a la improvisación, que sin duda lo que más me gusta es sentir que así mero es la vida. Vas improvisando, pero toda esa improvisación puede terminar sonando tan jodidamente hermosa: entonces que no nos mientan, improvisar en la vida no es sinónimo de fracaso. Aquí una de mis colaboraciones favoritas
¿Qué más se le puede pedir al jazz? Que nos ponga frente a frente con nuestra propia humanidad, con nuestro deseo de mantenernos positivos a pesar de las adversidades. Pero no siempre lo logramos, hay momentos en que es necesario cantarle a la tristeza. Así nomás, cantarle y dejarla vivir. Eso siempre lo aprendí a lado de Sarah
En el jazz es común escuchar solos de bateria, lo que no es común en otros géneros, al menos no que yo me haya percatado -tampoco soy experto en música ni nada por el estilo- y esta rolita en particular de Etta que empieza con una batería que nos invita misteriosamente a lo desconocido, aún sabiendo que escucharemos la hermosa voz de Etta, pues me pone deseoso de seguir con la noche de jazz:
Y bueno ya para cerrar poque no quiero colgarme de esto para siempre -aunque podría- les dejó una rolita con la que yo cerraría vaciando el último trago de whiskey...
Y lo más hermoso de todo es que todos se prestaban las rolas. Algunas rolitas las cantaban varios artistas y le daban su propio toque. Igual que con las rolitas viejitas de antaño, a las que también les dedicaré un tiempito.
Comentarios
Publicar un comentario